“Después del intento de mi hija, no sabíamos qué hacer. Cuando nos hablaron de este lugar, pensé: quizá allí pueda parar, respirar, reencontrarse. Y así fue.
Volvió distinta. No porque ya no tuviera heridas, sino porque empezó a tener esperanza. Y nosotros también.”
M., madre de una joven de 19 años